OCUPARSE EN LUGAR DE PREOCUPARSE

articulo2web

Cuando nos preocupamos no solucionamos las cosas, lo que hacemos es aumentar la angustia, y disminuir las fuerzas, porque gastamos energía valiosa en algo que no resuelve lo que estamos viviendo. Ocuparse en buscar soluciones nos puede guiar a descubrir un camino a seguir.

Cuando creemos que podemos superar la crisis, y decidimos caminar por convicción, surge esperanza y ánimo, porque la esperanza alimenta los sueños y genera ilusión por el futuro. La esperanza produce alegría y genera expectativa por el mañana, es producto de una actitud positiva ante la vida y trae beneficios en todo sentido, brinda confianza y saca lo mejor de nosotros. Hace que seamos más amistosos con las demás personas y más aún con los miembros de la familia.

Cuando la persona tiene confianza, se motiva y vuelve a caminar de nuevo en la dirección que se ha propuesto, tiene más probabilidades de alcanzar las metas planteadas y aumenta la posibilidad de obtener mejores resultados en lo que hace. Una persona con esperanza y optimismo se plantea objetivos en la vida, y los alcanza, porque se ocupa en hacer lo correcto, en lugar de quedarse paralizado en medio de la preocupación.

La esperanza no ignora las dificultades y problemas, más bien nos dirige a buscar soluciones. Las personas con esperanza tienden a ver los obstáculos como pruebas por superar y se sienten con más capacidad al enfrentar los retos.

Es la esperanza la que nos trae convicción de que los problemas no duran para siempre, que todo pasa y que las heridas del camino sanarán con el tiempo. Hace que surja fuerza de nuestro interior, nos permite ver la luz en el horizonte y nos guía de la oscuridad a la claridad, haciéndonos comprender que vienen días mejores.

Ocuparnos en lo que nos toca nos hace enfrentar con buen ánimo la circunstancia adversa, la noticia que no nos agrada y la decepción que no esperábamos. Podemos combatir los pensamientos de descalificación y transformar las limitaciones circunstanciales, confiando en que vendrán nuevas oportunidades.

Tener la certeza de que la situación mejorará no se produce por el lugar donde vivimos, las comodidades que tenemos o el auto que lucimos, la produce la condición del corazón, la gratitud, la fe, la constancia y el buen ánimo. Tener esperanza y una actitud positiva nos permite vivir la vida a plenitud, ser personas más agradecidas y nos ayuda a disminuir el nivel de estrés. Sin esperanza las personas pierden la ilusión por la vida, la confianza y sienten que no vale la pena intentar nada. La preocupación no es una buena consejera porque nos paraliza, pero tener esperanza nos permite recobrar la ilusión, y nos mueve a la acción.

Una persona sin esperanza solo hace lo que debe hacer, posiblemente no tenga metas a largo plazo, porque la falta de esperanza elimina la ilusión de algo mejor, roba la energía, vuelve lentas a las personas para actuar, hace posponer decisiones importantes y ocasiona pérdida de confianza. La falta de ilusión limita a las personas, porque tienen menos expectativas y se sienten vacíos o incomprendidos, haciendo que su actitud sea negativa hacia los demás.

Lo contrario a la esperanza es el pesimismo, que produce desesperación, angustia, una sensación de incertidumbre, ataques de pánico y pensamientos destructivos. Todos, en muchos momentos de la vida, hemos tenido que luchar contra alguno de estos sentimientos y tenemos que vencerlos. La mejor forma de contrarrestar la preocupación es cambiando nuestra forma de pensar, lo cual facilita una mejor actitud ante la vida. Esto lo podemos lograr recurriendo a la fuente de la vida que es la fe y la confianza en Dios.

La vida no es fácil, hay momentos donde las fuerzas se agotan, los complejos nos descalifican y las personas nos fallan. Hemos intentado mil cosas y nada sale como lo hemos planeado. Esto nos puede llevar a estigmatizarnos como fracasados y creemos que es imposible avanzar a la siguiente etapa. Es en medio de todas estas circunstancias donde se pierde la esperanza, el buen ánimo y las fuerzas para seguir luchando.

Puede ser que desde pequeños nos dijeron que seríamos incapaces de alcanzar algo en la vida, o que siempre seríamos personas mediocres. Esto roba las fuerzas y nos limita. Si hemos crecido en ambientes así, es necesario levantarnos para escribir una nueva historia. Debemos aprender a perdonar a quienes nos lastimaron, abusaron o abandonaron. Si nos marcaron con palabras de descalificación, vamos a cambiar nuestro diálogo interno, de tal manera que recobremos el ánimo que nos permita soltar las amarras del pasado y extendernos hacia el futuro. Es a partir de comenzar a soñar en un mejor mañana que nos levantamos de los efectos de esos círculos tóxicos. Nos corresponde establecer un nuevo fundamento, uno donde prevalezca el respeto hacia nosotros mismos y los demás. Solo así tenemos paz y nos es más fácil lograr tener buen ánimo y levantarnos de nuevo en medio de lo que estamos viviendo.

Es tiempo de comenzar a cambiar nuestras creencias, a desaprender lo que nos limita y definir lo que somos en función de la esperanza, el buen ánimo, la fe, y la confianza en Dios. No podemos inspirar esperanza en otras personas si no la tenemos nosotros primero. Por eso, debemos recuperarla, para luego hacerla brillar en los demás.

No podemos negar el dolor que vivimos, y tampoco dejarnos dominar por él. Debemos tomar el tiempo necesario para llorar, pero no podemos dejarnos consumir por el dolor que sentimos. Hay tiempo para llorar, pero también tiempo para perdonar, tiempo para pensar y tiempo para actuar. Es la ilusión la que nos conduce a la serenidad y la perseverancia necesaria para remontar la adversidad y vivir más tranquilamente.

En lugar de pensar en el sufrimiento que estamos atravesando, pensemos en las cosas constructivas para encontrar una salida a la situación que enfrentamos. El dolor no tiene que convertirse en el centro de nuestro pensamiento, tenemos que encontrar los pensamientos correctos que nos permitan disuadir el sentimiento de sufrimiento y encontrar ideas que nos conduzcan a la salida de lo que estamos viviendo. Tenemos que ser capaces de analizar las diferentes alternativas que tenemos, para mirar de nuevo hacia adelante. Recuerde que el dolor que se experimenta en los momentos difíciles forma el carácter y desarrolla la creatividad.

No podemos gastar tiempo hablando a todos sobre los dolores que estamos enfrentando y comportarnos como víctimas. No inspiremos lástima porque no resuelve lo que estamos viviendo. Mejor busquemos consejo para enriquecer nuestro criterio, alguien que nos escuche, que sea confiable y capaz de hacernos ver las opciones que tenemos. Busquemos levantar nuestro ánimo y elevar el nivel de esperanza, para vivir más tranquilamente y con menos estrés. Hay cosas que nadie puede hacer por nosotros en medio de la adversidad, es nuestra responsabilidad surgir nuevamente. Por esta razón, no podemos responsabilizar a nadie por lo que estamos sintiendo y experimentando.

La vida nos ha demostrado que siempre, detrás de la noche oscura, sale el sol radiante y, aunque haya nubes, ahí está el sol, presto para alumbrarnos y calentarnos. Luego de la tormenta, viene la calma y es precisamente la esperanza la que nos hace soñar despiertos en un nuevo amanecer, disfrutar más el viaje de la vida, y disminuir el estrés que enfrentamos. Los seres humanos solemos ver más lo malo que lo bueno, pero la esperanza produce dicha, alegría y nos hace ver que el fracaso y la adversidad son menos que los momentos de gloria que experimentamos.

La esperanza se fundamenta en la confianza plena en Dios y la desesperanza en la ignorancia que distorsiona la realidad. La esperanza nos hace caminar y creer que lo mejor está por venir. Si con nuestra actitud ayudamos a las personas a tener esperanza, hemos cumplido nuestra misión en la tierra.

Compartir